Consejos a un joven bachiller

Acabas de obtener el grado de bachiller. Eso, en lenguaje académico, denota un peldaño más. Aun cuando no representa un trámite excepcional, porque muchos lo consiguen, el esfuerzo tiene mérito. Te felicito. En este momento no sólo culminas un valioso período de tu transitar por la vida, sino que adquieres la mayoría de edad y empiezas a ser dueño de tus decisiones y actuaciones. Salvo por la ayuda económica de tus padres, lo que hagas a partir de ahora pertenece al ámbito de tu responsabilidad.

A tu edad todos tenemos ideales. Intenta que formen parte esencial de tu ruta. Aunque las utopías se irán disipando a medida que vislumbres la crudeza humana, mantenerlas contigo te harán respetable y soñador. Tendrás también ambiciones. Estas no te permitirán reconocer la futilidad de lo efímero, pero te ayudarán a forjar competitividad, cualidad necesaria para concretar anhelos. Ahora, en la universidad, debes interiorizar el siguiente aforismo: “Primero el hombre, después el sabio”. Los perfiles de la personalidad se moldean tempranamente. Los más relevantes, sin duda, son la humildad, la honradez, la solidaridad, la tolerancia y la independencia de criterio. No menciono la perfección, porque no existe. Trata que tus comportamientos exhiban un sentido ético ejemplar y que las ocasionales transgresiones solo te perjudiquen a ti o a tu conciencia, a nadie más. Jamás discrimines a alguien por color, género, orientación sexual, etnia o manera de pensar. Honra el principio de otredad (ponerse en el pellejo del otro) para comprender mejor las disímiles conductas ajenas. Siente orgullo por tu nacionalidad y genética, pero sin menospreciar ni rechazar a otras culturas, ten presente que tu origen es circunstancial y que perteneces a la misma especie.

Será inevitable que te equivoques. Cada error te ayudará a reconocer tus limitaciones y servirá de enseñanza futura. No seas obstinado. Sé flexible ante las razones inteligentes de otros. Admite que todos tenemos fortalezas y debilidades, nadie puede destacar en cada una de las facetas del saber. Utiliza la evidencia, la coherencia, la persuasión y la cordialidad como sustento de tus opiniones. No hagas ninguna concesión a la hipocresía, a la corrupción ni a la injusticia. Poseer una mente abierta no significa claudicar ante la falsedad de las ideologías que pretenden rehacer al hombre cada cierto tiempo. No olvides que las ideas se generan para desafiar paradigmas y reflejan el carácter de quien las profiere. Recuerda que toda obra humana es falible y que en cuestiones intelectuales no tienen cabida los dogmas. Se escéptico, investiga, consolida el pensamiento crítico y no te dejes embaucar por verdades reveladas o absolutismos de cualquier naturaleza. Que no te cautiven las farsas de gobiernos demagogos, medios periodísticos o redes sociales que, por conveniencia partidista o económica, venden basura para entretenimiento colectivo. No seas rencoroso. La venganza no es buena consejera y propicia arbitrariedades.

No seas veleidoso y nunca descartes la experiencia de los mayores. Para generar credibilidad, sustrae los intereses de tus puntos de vista. Cuando ellos se crucen, revela tus sesgos y asume la coincidencia con discreción y modestia. Más que codiciar el éxito, afánate por ser feliz, tu estancia en el universo es ciertamente breve. Ganar alguna cantidad de dinero es importante para alejar preocupaciones, pero la obsesión por tener mucho las acerca. Obtén prosperidad siempre de forma lícita, de lo contrario nunca será tuya, al menos para tu conciencia. Que no te impresione la inmediatez de la tecnología digital. Los logros más fructíferos y duraderos son muchas veces los que más cuestan alcanzar. Aléjate de los extremos en cualquier discusión o debate. Si optas por ser capitalista, nunca olvides que hay muchas personas que no tuvieron las mismas oportunidades y requieren de tu fraternidad para salir adelante. Lucha por una mejor educación y salud para ellos. Si te decantas por el socialismo, procura que tu perspectiva sea de una sociedad que viva con suficiencia y dignidad, no donde la mayoría pase hambre, enfrente escasez o vea coartada su iniciativa empresarial.

No basta con que estudies una profesión. Empéñate por adquirir una visión generosa de la pequeñez humana. Esto puede dártelo el hábito de la lectura. Lee todo lo que puedas. Hazlo para aprender, no como distracción, hasta que llegues a la humilde conclusión de que las inquietudes, las alegrías, las tristezas y las pesadumbres son parecidas en todas las generaciones y épocas. Por mucho que creas saber, nunca consideres que eso que tú sabes, que siempre será insuficiente, puede llegar a constituir el epicentro de toda disquisición. Más que la información, busca el conocimiento. Sin desestimar la probabilidad de que cualquiera pueda hacerte observaciones perspicaces y provechosas, no temas decir con vehemencia, cuando haya la oportunidad, las cosas como las interpretas o las sientas. Sé franco, mira a los ojos del receptor y jamás te escondas en el anonimato para emitir reflexiones. Rectifica siempre que sea necesario. Hazlo por convicción, nunca por oportunismo. No te canses de revisar tus actos y juicios de valor. A veces te sentirás desolado, pero esto te facilitará aceptar con entereza que no siempre uno posee la misma lucidez y que tu perenne guarida, cuando desvanecen las transitorias vanidades, es la infinita complicidad de tu familia.

Recibe un beso de tu padre.

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